lunes, 12 de septiembre de 2011

La generación de la década




Se podría decir que la selección se sacó un gran peso de encima. Se podría decir que Argentina cumplió el deber de darle a la gente un título de local. Se podría decir que el combinado nacional salió campeón antes rivales con muchas bajas. O tan sólo se podría decir que obtuvo el pasaje a los Juegos Olímpicos. Pero ninguna de estas frases diría lo que en verdad significó este logro para la selección. 

No es un título más para la generación dorada. Logró un primer puesto en un torneo Preolímpico por primera vez en su historia, algo que se le viene haciendo esquivo, ya que cosecha dos medallas plateada y tres de bronce en estos tipos de certámenes. 

No sólo por eso no es un título más. Argentina clasificó por tercera vez consecutiva a los juegos olímpicos, algo que nunca había podido conseguir. Y lo consigue de local después de 10 años. Y, para más, logra un título "importante" luego de 7 años (medalla de oro olímpica 2004, una pavada bah), ya que "sólo" consiguió títulos sudamericanos en este período de tiempo. 



De esta manera, la generación dorada dio gala una vez más de todas sus virtudes para ser el primero en el continente. Ahogo defensivo, reparto del balón, buena selección de tiros, mente fría para defenir los partidos, y por sobre todo, esfuerzo, garra, coraje, autosuperación y estrategia fueron las principales armas de este equipazo. "Son súper profesionales que encuentran en la Selección su último espacio amateur en el deporte", define como pocos lo pueden hacer Julio Lamas, DT de la Selección, que comenzó y terminará el período del mejor equipo de la historia argentina. 

El ejemplo que dan estos monstruos, que todo lo han logrando, es para imitar, no tan sólo por jóvenes basquetbolistas, sino para todos los que practiquen alguna actividad deportiva. Luego de conseguir el pase a Londres, los jugadores brasileños fueron a celebrar a un boliche marplantense en donde estubieron hasta altas horas de la madrugada. En cambio, el equipo argentino se acostó temprano, descanso, entreno a la mañana siguiente, y jugó la final con un planteamiento táctico efectivo. 



Dentro del quinteto ideal, Argentina contó con dos jugadores. Y, para no desentonar, los dos mejores de la historia de la práctica profesional en nuestro país. Estamos hablando claro, de Luis Scola y Manu Ginobili. Manu, que cuando Puerto Rico se acercaba en el tanteador en el partido clave, la semifinal, se puso el equipo al hombro y metió los triples decisivos para poder lograr la plaza a los juegos olímpicos. Luifa, que cada vez que reaccionaba Brasil, salia del banco para meter sus dobles y darle tranquilidad a la Argentina. Con premio merecido para este último, por ser el más regular del torneo, ser coronado como MVP (mejor jugador del torneo). 



Pero que además contaron con todo un equipo, una estructura, que dio forma a este temible equipo de ensueño. Jasen, Gutiérrez y Kammerichs, viniendo desde el banco, haciendo labor de obrero y matándose en defensa. Nocioni, dando hasta el último esfuerzo, arriesgando su físico por el equipo. Delfino, que cada vez que el equipo lo necesitaba, tenía un tiro de tres puntos guardado bajo la manga. Prigioni y Sanchez, ordenando al equipo y poniendole la conducta que tanto caracteriza a esta generación. Oberto, poniéndo su corazón con mil batallas que le había jugado una mala pasada, para poder seguir combatiendo con su grupo de amigos. Y los que menos jugaron, Leiva y Quinteros, estando 100% atentos a la llamada de Lamas. 

Todo este plantel, que para este torneo tenía un plus. Un sexto jugador, que estaba ahí. En las buenas y en las malas mucho más. El público que tanto apoyo a lo largo de todos los partidos, y que se hizo notar de gran manera en los últimos dos juegos, cuando más se lo necesitaba. Este público, como si no hiziera falta algo más, sirvió también como gran motivación para que el plantel vaya en busca del título y no se conforme con el pasaje a Londres. Para poder celebrarlo ahora completamente. Ahora sí, SALUD, GENERACIÓN DORADA! SALUD, CAMPEONES! 

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